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TIENES QUE VIVIRLO


Por José Manuel García Montes, periodista y docente universitario

Es jueves. Pasado el mediodía estoy por entrar a la Católica, en la Alameda. El trayecto entre Marcoleta y una de las entradas a la UC por punkicinePortugal se cubre rápido. Mientras lo hago, paso cerca de un grupo de punkies que juguetea con un perro. El animal es pequeño, 3 meses como máximo, una cachorra. En el grupo -unos “punkies senior”, diría- no abundan los jóvenes: las tocatas y la corrosión han dejado huella sobre huesos cuyo sino es envejecer conservados en alcohol. Termino hablando con el ocasional “amo” de la cachorra. La lleva con una correa y parece ser el tipo más pensante. Antes que dos o tres intenten una venta en 10 mil pesos –cifra que luego baja a la mitad y que yo rechazo diciéndoles que no voy a pagar por un animal-, alcanzo a saber que la llevará a su casa. Le pido que la cuide y le deseo suerte, él asiente. Será la primera postal del día.

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 Al rato, estoy en Bandera con Agustinas. Manuel es un kioskero animalista. Si le compras, siempre verás a los perros que están cerca de su “local”. Son animales grandes, curtidos por el frío del invierno o el sol cayendo a plomo cuando el calendario lo marque. Hay 4 esta vez: una blanco con negro, echada en una caja de cartón y apegada a la pared del banco que está ahí. Otros dos son negros y el último –al que hay que trasladar- es de un color blanco invierno, como medio amarillento. Tiene la piel opaca, con rastros de una sarna incipiente que ha dejado huellas que parecen pequeños islotes. El está bien, no luce flaco –de hecho, ninguno lo está- y sus ojos, uno café y el otro celeste como los siberianos o los gatos siameses, le da un sello especial. Pero aparte de ese detalle, todos pertenecen al mismo nicho: quiltros que se mueven en el centro, en el barrio cívico. Me pregunto si podrían postular como emblemas caninos del bicentenario. Me quedo mirando al bicolor cuando lo subimos al auto. Pronto se acomoda y se duerme, quizás soñando con alguna de sus historias, de ésas que son dignas de su estirpe patiperra.

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 CPERRITOS DURMIENDOCINE1on mi amiga Alejandra dejamos al perro kioskero –al que llamaré El Bicolor- en Vespucio con Independencia, por allá al final. Tranquilos, no lo fuimos a botar ni nada que se le parezca. En ese punto hicimos la conexión, el trasbordo con Marta, otra amiga, que lo llevaría hasta Colina para que, alejado de sus compinches y la zalagarda del día a día en el centro, pueda ser tratado con más cuidado de sus problemas en la piel. Cuando esté mejor, volverá al kiosco de Manuel. Tirado en el pasto antes de subir al segundo auto, Bicolor se relaja estirándose a sus anchas sobre un pasto que crece entre amarillo y verde. A él no le importa: en la selva de cemento –sí, es un cliché, pero es el más claro- una superficie más amable que las veredas no es habitual para él y le llama la atención. Y eso que estoy hablando de apenas un pedazo de calle, no de un cambio en su vida. A media cuadra, son perros del sector vagan cerca de un puesto que vende completos y churrascos. Bicolor partirá por unos días en busca de un alivio a sus problemas y los otros quedarán a su suerte, con la indiferencia o la compasión según las cartas del día a día. Pero todos forman parte de lo mismo: una especie de Estado llano, de pueblo perruno que -a semejanza de la Francia revolucionada y guillotinada hace unos siglos- definía entre ciudadanos de primera y segunda clase desde la cuna. Así nacías, así vivías y así morías.

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Cerca de las 5 y bajo un cielo que no se anima si a soltar la tormenta o dejar que el sol lo caliente todo, voy pasando con dos “pasajeros” frente al Club Hípico. Uno es un gato de colores atigrados y mirada curiosa al que una grúa le rompió una cadera. Va en su jaula y no maúlla. Después del accidente, vive postrado y, aunque se arrastra, es claro que ahora y de aquí en más tendrá problemas con su esfínter. No hay que esperar al diagnóstico para saber que el caso es complejo y las opciones de una buena vida, pocas. Le esperan exámenes.

 El otro pasajero es más grande, pero comparte los problemas del felino al que no conoce y que sólo verá esta vez. Le llaman Dragón Chino oPERROCINE algo así, pero ese nombre no me dice nada y yo prefiero decirle Lobo. Es un cachorro de pastor de esos lanudos. Debe tener 5 meses y tiene la pata delantera izquierda fracturada. En Renca, al hospital veterinario adonde voy para sacarle una radiografía, confirman las expectativas y éstas son buenas: es una lesión de magnitud limitada, no invalidante y recuperable. De vuelta a Ñuñoa, a la clínica donde lo van a operar, él no sabe de su vida. Va tranquilo, un poco sedado. Ignora, por cierto, que todos los que estemos cerca haremos que las cosas salgan bien. Y cuando lo dejo allí me quedo pensando en que sus ojos café mirándome fijo son el mejor premio que yo podría tener.

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De madrugada –ya es el viernes 16 de octubre-, vuelvo desde Quinta Normal luego de  conversar con Luis, uno de los bomberos de una estación de servicio que está haciendo una “vaca”. Esas son lucas de La Flaca, una perra que más parece coyote que cánido y que debe tener unos 8 meses. La Flaca fue esterilizada y vive en esa bomba, donde Luis y otros muchachos trabajan. Dos perros más y todos ellos la esperan de vuelta el domingo. Hoy está en hospedaje, fuerte, muy viva y graciosa. Pero –cariños más o cariños menos- la espera la calle. Su casa es esa bomba, allá por Velásquez al llegar a Mapocho, cerca de “La Tuna”. Entre los que quieran sumarse, haremos que su vida y las de los otros mestizos que están ahí, sea mejor. Lo mismo que deseo para El Oso, el chow chow que vive, por ahora, al lado de un sitio cerca de mi casa. Pero lo que yo pienso no parece ser compartido por su dueño. En eso me quedo cavilando, solo, en medio de la noche cuando le cambio el agua y le doy comida. El se va de cabeza al plato, hambriento y moviendo la cola feliz porque alguien se acordó de ir a verlo.

Categorías: Para contarlo
  1. octubre 22, 2009 a las 21:22

    Ay si cada habitante de este hermoso planeta adoptara a un animalito y lo esterilizara y le diera AMOR del bueno,cuidados y proteccion no hubiese un solo ser padeciendo tanto en cada calle de cada ciudad….dicen q soñar no cuesta nada y me encantaria pensar q cada vez seamos mas los q abogamos por estos lindos niños q Dios nos lego para hacernos la vida mas reconfortante.Pero la realidad es otra,no solo los perros y gatos padecen,tambien sufren del maltrato humano los toros,zorros,gatos,aves etc el mundo es cruel,el mundo es indiferente,el mundo es aberrante…por ellooooo hay q seguir luchando para darles una vida digna a estos seres maravillosos no lo creen asi???

  2. octubre 17, 2009 a las 21:22

    Muy bueno.

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